Angela Romano suele recibir en su casa a quienes deseen visitarla y con ellos comparte su sabiduría y enseñanzas sobre agricultura autosustentable.
Este 15 de octubre en particular organizó una experiencia inolvidable en el espacio que construyó ella misma. Tiempo antes ya lo había anunciado en su Instagram abriendo la invitación a una jornada llena de emociones, reencuentros, diversión y sobre todo mucha buena vibra para regocijo del alma.
El encuentro inició en el corral de sus ovejas donde compartió vivencias e historias de dolor y alegría. Después los visitantes se adentraron en la “zanja colorada”, un barranco natural con senderos que no tienen modificación humana. El sendero se presenta auténtico, es la farmacia natural dice ella, con sus molles, queñuas, tolas, álamos, saucos, y quien sabe que otro yuyo. Mientras las personas transitan el sendero, la voz de Angela relata diversas vivencias y recuerdos. Por ejemplo, el recuerdo del té que le daba su abuela para sanarla, ¿Te sanan las plantas o te sana el té y el recuerdo amoroso de tu abuela? Quizás sea un poco de ambas.
Ella lleva a cabo el emprendimiento siguiendo las enseñanzas que le dejó su padre, que buscan conservar al máximo cada rincón sin dañarlo, sin modificarlo, para transmitir ese amor por la tierra; más que el emprendimiento Ángela quiere compartir el espacio y generar encuentros.
La zanja colorada es el lugar al que Angela de niña tenía prohibido entrar, como tantas otras prohibiciones, y ella no entendía el porqué. Hoy en cambio comprende que era por respeto a esos espacios, que son de la Pacha. Al comprender el concepto, no se priva de ingresar al espacio ni mucho menos de compartirlo, siempre y cuando sea para transmitir su cuidado y respeto.
En el recorrido el relato de Ángela hizo emocionar a más de una persona, te transmite su filosofía de vida, su amor por la tierra y la belleza que se encuentra en la simpleza de la naturaleza.
Saliendo de la zanja, arriba, compartió un mate cocido caliente y riquísimo, con tortilla hecha con trigo de su cosecha. Todos se reunieron en círculo alrededor de la gran pava y del pan, para escuchar el joy joy, las coplas recitadas por Angela e inspiradas en los acontecimientos de su vida.
A la vuelta del recorrido, la gastronomía tafinista deleitó a los afortunados: empanadas de gallinas felices y un locro hecho por doña Rosa Rueda, amiga de la casa; no faltó el postre, la limonada y el vino. Después del almuerzo artistas tafinistos brindaron su arte: Pepe Chico e Ines Diaz bailaron coreografías de tango, la familia Vargas bailó folclore, Juana Díaz, Bety Arjona y Rosa Rueda recitaron coplas. La hija de Ángela, Judith Zurita, tocó la caja y el erke, instrumento ancestral, y recitó coplas junto a su novio, Sergio Destassio, quien la acompañó con la guitarra, y Jonathan Vargas se sumó con su quena.
Luego Gustavo Escalante inició un concierto de cuencos tibetanos. Así finalizó el encuentro, con charlas, emociones, mates y pan.
Angela desea que el lugar construido sea un espacio de unión, encuentros y reencuentros. El lugar está abierto para actividades culturales, clases y talleres.
Pasar el día en la casa de Angela no tiene desperdicio, la agricultura autosustentable que practica y enseña sin recelo, las vivencias que comparte desde el amor y con un toque de humor, convierten la visita al Valle en algo hermoso, auténtico y fresco, que te permite conocer el privilegio de Tafí del Valle por lo más cálido que posee: su valor humano.
| Autoría del contenido y las fotografías |
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| Mariana Piñeiro @mariana.pineiro |
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